26.5.06

Huir

Si uno tiene que irse, lo mejor es que lo haga con un ejército pisándole los talones, con tanques, metralletas y helicópteros. Perseguido campo a través. Esto le habría venido muy bien saberlo a Berlusconi, ahora que le han evacuado del Palazzo Chigi, y que se encuentra absolutamente solo en la réplica de la sala del consejo de ministros que se ha construido en su propia casa, el Palacio Grazioli. Sus ex ministros no acuden allí a fingir consejos con él.

En cambio, recuerden el caso de Sadam Huseín, que echó a correr en cuanto llegaron los americanos y se llevó con él a sus dobles, tres o cuatro, no se sabe bien. Pero necesariamente tuvieron que huir al mismo tiempo, porque imaginen que los soldados hubieran cazado a uno de los dobles, que paseaba tranquilamente por su pueblo una vez perdido el trabajo de doble. Imaginen que lo enseñan como si fuera Sadam detenido y que luego sale Sadam, en otro sitio, y dice que no… Un lío. Así que, perseguidos, todos juntos al monte, o a donde sea, incluso a una red de zulos. Sadam se quedó sin país, pero se llevó unos cuantos compañeros de póquer, que no podían ir a ningún otro sitio. Pero Berlusconi, el pobre, se sienta a solas en la réplica del salón de consejos, con su mesa alargada, sus sillas, sus carpetas colocadas en fila, sus banderas… como cuando mandaba en Italia. Pero solo, en el vacío. Il Cavaliere no termina de aceptar el restultado de las elecciones, dice que quiere otras cuanto antes, pero que, mientras, su equipo de ex ministros debe seguir en forma. Quiere reuniones como las de siempre, en un escenario como el de siempre, con sus documentos y sus cosas. Pero se ve que Silvio los llama, a los de siempre, y ellos no terminan de encontrarle el punto al juego: eso de aprobar decretos y proyectos de la nada y para la nada.

Evidentemente, a Berlusconi esto no le habría pasado si hubiera salido del palacio ese de los primeros ministros empujado por los tanques. En ese caso, los ministros tendrían que haberle acompañado en el cambio de palacio, y podrían jugar a las cartas en la sala clonada, o aprobar decretos, o leyes, o lo que les dé la gana.

balazos: Vida del doble

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