9.8.08

Anotaciones japonesas (2)

Le voy a echar la culpa a las maniobras de las azafatas con la comida y los relojes, pero en cuanto pisamos Tokio tuve la extraña (y boba) sensación de que nos estaban esperando. Como cuando uno ve políticos aterrizando lejos, recibidos con bailes regionales y cestas rebosantes de pan y embutidos del pueblo. Todo lo que sale en los folletos desplegado de golpe. Así es la sensación de tropezarse de repente con un ramillete de tópicos.

Recordatorio de los de este país: Los japoneses son muy amables. En cualquier lugar del mundo de lo primero que te hablan es de fútbol. Resulta imposible encontrar una dirección en Tokio.

Para llegar al hotel desde el aeropuerto, seguíamos a ciegas unas indicaciones encontradas en internet, que incluían un transbordo absurdo. Salimos a la calle para caminar unos 200 metros y volver a entrar en otra estación de metro (algo que podía hacerse tranquilamente por un pasaje subterráneo). Antes de bajar de nuevo con las maletas, nos paramos frente a un mapa para escoger la boca de metro equipada con ascensor. Indescifrable. Imposible saber hacia cuál había que caminar.

–Hola. ¿Puedo ayudaros? –nos preguntó un hombre en inglés.

Era la primera persona que pasaba por allí en los últimos dos o tres minutos. Unos 40, bajito (claro), piel curtida (raro), sonrisa de dientes separados, gorra azul, camiseta, vaqueros. Le explicamos, miró el mapa, preguntó a otros que limpiaban cristales un poco más allá y dijo que nos acompañaba.

–¿De dónde sois?
–De España. Venimos de Madrid.
–¡España! La Eurocopa... ¡Felicidades!
–¿Vio los partidos?
–Sí, sí. España juega muy bien. Muy bien.

Enseguida encontramos el ascensor y nos despedimos. Muchas gracias. Hasta luego, hasta luego. Nada de darse la mano. Aunque hubiéramos caminado un día entero.

El resto de las instrucciones funcionaron y tardamos poco más en llegar al hotel, una especie de albergue plus recomendado por Xurxo y JJ. Ducha y un buen rato de siesta antes de salir a pasear por los barrios de Shinjuku y Shibuya, modernos, comerciales y luminosos.

Cuando nos llegó el hambre de cena, escogimos uno de los restaurantes recomendados en la guía y empezamos a buscarlo. Nos rendimos diez minutos después. En Tokio, efectivamente, muy pocas calles tienen nombre, y las direcciones siguen un complicado sistema de numeración por bloques que puede no ser consecutivo en la misma avenida, ni tener nada que ver de una acera a la de enfrente. Algunos dicen que eso y las calles en zigzag son una prevención del pasado para despistar enemigos.

A nosotros nos obligó a retirarnos a un bar de sushi sin mesas, ni sillas ni banquetas, en cuya barra nos enseñaron cómo se come cada pieza y cuáles se meten antes en la soja y cuáles no.

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